Flotan,
se escurren,
divagan,
se deslizan por su inopia
mudos y ausentes,
pretendiendo llegar antes que otro,
aplastando mentes
ajenas o propias,
o vendiendo lo que queda de alma
al mejor postor de turno.
Prostituyen su muerte asegurada
por el pan rancio de cada día,
y se van hinchando de miseria
hasta estallar en gritos calcinados.
A pocos les suena el nombre de Cristo,
pues tienen los oídos llenos
del tintineo que ensordece.
Muchos dicen que Edgar Cayce
profetizaba en aceite de ricino,
que Nostradamus vendía cannabis por las noches,
que Solari Parraviccini solo era
una sombra frustrada.
Y que los hopis,
mayas,
incas,
aymaras,
guaraníes,
toltecas,
aztecas
y demás ilusos de este mundo
perseguían mitos para ahuyentar sus miedos.
Todo esto comentan ciertas gentes,
criaturas macilentas que dan pena
a falta de poder dar otra cosa.
Mas flotan,
se escurren,
divagan,
se deslizan hacia una fosa común,
porque en su insaciedad de sí mismas
olvidaron lo fácil que es amar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario